La salud menstrual: una cuestión de derechos humanos

 

La menstruación, parte natural y vital del ciclo reproductivo, afecta aproximadamente a la mitad de la población mundial. Aunque es una función biológica normal, sigue estando estigmatizada a nivel mundial, enfrentándose al silencio, los tabúes y el estigma.

Según UNICEF, en promedio, una mujer menstrúa durante unos siete años de su vida. Sin embargo, las mujeres y las niñas de todo el mundo enfrentan numerosos desafíos para gestionar sus períodos, lo que afecta negativamente sus derechos humanos básicos.

La menstruación sigue siendo un tema insoluble, especialmente para millones de mujeres en los países en desarrollo. Las niñas tienen dificultades para comprender qué les sucede cuando tienen su primer período, y se enfrentan a temores e incluso a la estigmatización. Por ejemplo, en algunas comunidades de la India, a las mujeres no se les permite entrar a la cocina durante su período, ya que se cree que eso hará que la comida se eche a perder.

Las organizaciones de derechos humanos destacan cómo la menstruación puede afectar todos los aspectos de la vida de una mujer o niña, desde la educación hasta la participación comunitaria, la economía y la dignidad. La falta de una gestión eficaz de la higiene menstrual puede dar lugar a infecciones y problemas de salud, lo que repercute negativamente en los derechos humanos básicos.

Las niñas pueden faltar a la escuela por falta de instalaciones o suministros necesarios, y las mujeres pueden ausentarse del trabajo si no tienen acceso a los suministros o instalaciones que necesitan. Además, las mujeres y las niñas pueden estar distraídas o ser menos productivas debido al dolor, la incomodidad y el miedo a ensuciarse. La falta de acceso a productos de higiene puede provocar infecciones, y las niñas pueden sufrir acoso, burlas y exclusión de las actividades cotidianas.

Es esencial reconocer la salud menstrual como un derecho humano vinculado a todos los demás derechos humanos. Si bien la diversidad cultural debe respetarse, no puede utilizarse como excusa para justificar la violación de los derechos menstruales. La educación y el diálogo intercultural son fundamentales para abordar estos desafíos.

A pesar de los desafíos, es alentador ver esfuerzos significativos para abordar esta cuestión. Organizaciones no gubernamentales como Plan International y WaterAid trabajan con las comunidades locales para crear conciencia, brindar educación sobre la salud menstrual y garantizar el acceso a productos de higiene menstrual. En Cíclicas, uno de nuestros principales objetivos es llevar a cabo acciones de divulgación en comunidades rurales donde el acceso a la educación y los productos de salud menstrual es casi inexistente.

Además, los marcos jurídicos internacionales reconocen cada vez más la importancia de los derechos menstruales. La Resolución 66/289 de la Asamblea General de las Naciones Unidas insta a los Estados miembros a eliminar todas las formas de discriminación y violencia relacionadas con la menstruación.

Es fundamental seguir promoviendo una perspectiva universal de derechos humanos y trabajar en colaboración con las comunidades para lograr un cambio cultural positivo. Solo a través de estos esfuerzos colectivos podremos construir una sociedad más equitativa y justa para todas las mujeres, independientemente de su cultura o ubicación geográfica.

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